sábado, 11 de diciembre de 2010

ERES UN AMANTE DEL OCIO

                                                 ERES UN AMANTE DEL OCIO[1]

Abraham Lincoln le escribe esta carta a su hermanastro John Johnston cuando éste le pide ayuda por hallarse en la más penosa bancarrota. Aunque la fecha de la carta no es precisable con exactitud puede colegirse que se escribió cuando el que fuera vencedor de la guerra de secesión ya había alcanzado el cargo de representante por Illinois por el Partido Whig, que más tarde sería la semilla del Partido Republicano.

Querido Johnston

No creo que sea conveniente que cumpla con tu requisito de darte ochenta dólares. En diversas ocasiones, cuando te he ayudado en poco, me has dicho que con eso te arreglarías, pero al poco tiempo te he encontrado en las mismas dificultades. Esto sólo puede obedecer a un defecto de tu conducta. Creo saber cuál es ese defecto. No eres perezoso, pero eres un amante del ocio. Desde que te conozco, dudo que hayas consagrado un día entero al trabajo. No te disgusta demasiado el trabajo, pero no trabajas demasiado, simplemente porque no crees ganar mucho con ello. Tu dificultad radica en este mal hábito: el de desperdiciar el tiempo. Es muy importante para ti, y más aún para tus hijos, que rompas ese hábito. Es más importante para ellos porque tienen más vida por delante, y les resultará más fácil evitar el hábito del ocio antes de adquirirlo. Ahora necesitas dinero urgente, y mi propuesta es que vayas a trabajar con el mayor empeño, para alguien que pague por ello. Que tu padre y tus hijos se encarguen de la casa y de todo lo concerniente a la siembra, mientras tú vas a trabajar por el mejor sueldo que consigas. Y para asegurarte una justa recompensa por tu valor, ahora te prometo que por cada dólar que obtengas por tu trabajo, y entre el corriente día y el primero de mayo, sea en contante o sonante o en descuentos de tu deuda, te daré otro dólar. De esta manera, si te contratan por diez dólares mensuales, obtendrás de mí otros diez dólares, ganando veinte dólares mensuales por tu trabajo. Con ello no quiero decir que tengas que ir a St. Louis, a las minas de plomo, ni a las minas de California, sino que busques la mensualidad cerca de tu hogar, Coles Country.

Si haces esto, pronto saldarás tus deudas y, lo que es mejor, adquirirás un hábito que te impedirá endeudarte de nuevo. Pero si ahora te ayudo a salir del atolladero, el año próximo estarás en similares aprietos. Dices que casi estarías por cambiar tu lugar en el cielo por setenta u ochenta dólares. Entonces valoras muy poco tu lugar en el cielo pues sin duda con mi ofrecimiento puedes obtener setenta u ochenta dólares en cuatro o cinco meses de trabajo. Dices que si te entrego el dinero hipotecarás la tierra a mi nombre, y que si no devuelves el dinero, me cederás la posesión.

¡Tonterías! Si ahora no puedes vivir con la tierra, ¿cómo vivirás luego sin ella?
Siempre has sido amable conmigo y no quiero ser rudo contigo. Al contrario, si sigues mi consejo, lo encontrarás más valioso que ocho veces ochenta dólares.

Afectuosamente.

Tu hermano.


[1] Semanario HILDEBRANT EN SUS TRECE, Año 1, Número 30. 12 de Noviembre del 2010. Pág 24