viernes, 28 de enero de 2011

VARGAS LLOSA Y EL SIGLO XXI

LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO[1]

Hace dos años, en la revista española “Letras Libres” el hoy Nobel de Literatura 2010, escribió un extenso artículo en el que toca aspectos medulares del siglo XXI y lo revela como el profundo pensador que es.
Aquí algunos fragmentos…

LA BANALIZACIÓN:

“¿Qué quiero decir con civilización del espectáculo? La de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable el que se alimenta de la chismografía y el escándalo”.

TODO “LIGHT”:

[…] la literatura más representativa de nuestra época [es] la literatura Light, es decir, leve, ligera, fácil, una literatura que sin el menor rubor se propone ante todo y sobre todo (y casi exclusivamente) divertir. Los lectores de hoy quieren libros fácilmente asimilables, que los entretengan, y esa demanda ejerce una presión que se vuelve un poderoso incentivo para los creadores.

LA CRÍTICA:

“[…] ¿alguien lee a esos paladines solitarios que tratan de poner cierto orden jerárquico en esa selva y ese caos en que se ha convertido la oferta cultural de nuestros días? Lo cierto es que la crítica, que en la época de nuestros abuelos y bisabuelos desempeñaba un papel central en el mundo de la cultura porque asesoraba a los ciudadanos en la difícil tarea de juzgar lo que oían, veían y leían, hoy es una especie en extinción a la que nadie hace caso, salvo cuando se convierte también ella en diversión y en espectáculo. La literatura light, como el cine light y el arte light, da la impresión cómoda al lector, y al espectador, de ser culto, revolucionario, moderno, y de estar a la vanguardia, con el mínimo esfuerzo intelectual”.

GASTRONOMÍA Y MODA:

“[…] es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen buena parte de las secciones dedicadas a la cultura y que los “chefs” y los “modistos” y “modistas” tengan en nuestros días el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos. Los hornillos y los fogones y las pasarelas se confunden dentro de las coordenadas culturales de la época con los libros, los conciertos, los laboratorios y las óperas, así como las estrellas de la televisión ejercen una influencia sobre las costumbres, los gustos y las modas que antes tenían los profesores, los pensadores (y antes todavía) los teólogos”.

ESTRIDENCIAS:

“Las bandas y los cantantes de moda congregan multitudes que desbordan todos los escenarios en conciertos que son, como las fiestas paganas dionisíacas que en la Grecia clásica celebraban la irracionalidad, ceremonias colectivas de desenfreno y catarsis, de culto a los instintos, las pasiones y la sinrazón […] Ese es el modo contemporáneo, mucho más divertido por cierto, de alcanzar aquel éxtasis que Santa Teresa o San Juan de la Cruz alcanzaban a través del ascetismo y la fe. En el concierto multitudinario los jóvenes de hoy comulgan, se confiesan, se redimen, se realizan y gozan de esa manera intensa y elemental que es el olvido de sí mismos”.

LAS DROGAS:

“En nuestros días el consumo masivo de mariguana, éxtasis, crack, heroína, etcétera, responde a un entorno cultural que empuja a hombres y mujeres a la busca de placeres fáciles y rápidos, que los inmunicen contra la preocupación y la responsabilidad, al encuentro consigo mismo a través de la reflexión y la introspección, actividades eminentemente intelectuales que repelen a la cultura frívola, porque las consideran aburridas. Es para huir del vacío y de la angustia que provoca el sentirse libre y obligado a tomar decisiones […]”.

EL INTELECTUAL:

“[Los intelectuales] todavía firman manifiestos, envían cartas a los diarios y se enzarzan en polémicas, pero nada de ello tiene seria repercusión en la marcha de la sociedad […] los intelectuales solo brillan por su ausencia […] Confinados en su disciplina o quehacer particular, dan la espalda a lo que hace medio siglo se llamaba el “compromiso” cívico o moral del escritor y el pensador con la sociedad. Es verdad que hay algunas excepciones, pero, entre ellas, las que suelen contar – porque llegan a los medios – son las encaminadas más a la autopromoción y el exhibicionismo que a la defensa de un principio o valor”.

LAS ARTES PLÁSTICAS:

“Desde que Marcel Duchamp, que, qué duda cabe, era un genio, revolucionó los patrones artísticos de Occidente, estableciendo que un excusado era también una obra de arte si así lo decidía el artista, ya todo fue posible en el ámbito de la pintura y escultura, hasta que un millonario pague doce millones y medio de euros por un tiburón preservado en formol en un recipiente de vidrio y que el autor de esa broma, Damien Hirst, sea hoy reverenciado no como el extraordinario vendedor de embaucos que es sino como uno de los grandes artistas de nuestro tiempo […] el excusado de Duchamp tenía al menos la virtud de la provocación […] En ese ámbito la confusión reina y reinará por mucho tiempo, pues ya no es posible discernir con una cierta objetividad qué es tener talento o carecer de él, qué es bello y qué es feo […]”.

EL POLÍTICO:

“El político de nuestros días,  si quiere conservar su popularidad, está obligado a dar una atención primordial al gesto y a la forma de sus presentaciones, que importan más que sus valores, convicciones y principios. Cuidar de las arrugas, la calvicie, las canas, las monturas de la nariz y el brillo de la dentadura, así como del atuendo, vale tanto, y a veces más, que explicar lo que el político se propone hacer o deshacer a la hora de gobernar”.

LA FRIVOLIDAD:

“El diccionario llama frívolo a lo ligero, veleidoso e insustancial, pero nuestra época ha dado a esa manera de ser una connotación más compleja. La frivolidad consiste en tener una tabla de valores invertida o desequilibrada en la que la forma importa más que el contenido, la apariencia más que la esencia y en la que el gesto y el desplante – la representación – hacen las veces de sentimiento e ideas”.


[1] Diario “El Comercio”, Sección EL DOMINICAL, Págs. 8,9,10. Lima, domingo 10 de octubre del 2010.