jueves, 28 de abril de 2011

LIBROS COMO BOTÍN DE GUERRA

LIBROS COMO BOTÍN DE GUERRA[1]

La Biblioteca del Perú, fundada en 1822, era la mayor de Sudamérica cuando las tropas invasoras empezaron la destrucción y saqueo en febrero de 1881. De 58,000 volúmenes los chilenos dejaron 738 –el recuento es del historiador y sacerdote Rubén Vargas Ugarte-. Esta es la carta que el director de la Biblioteca, Manuel de Odriozola, le escribe, furioso y desesperado, al embajador de los Estados Unidos en Lima. Mister Christiancy no movió un dedo para impedir la barbarie. En el año 2007 Chile devolvió al Perú 3,788 de los libros robados por la soldadesca a órdenes del general Pedro Lagos.

Al excmo. Señor Christiancy, ministro de Estados Unidos en el Perú.
Lima, marzo 10 de 1881
Lima, abril 5/1881
El infrascrito, director de la Biblioteca Nacional del Perú, tiene el honor de dirigirse a v.e. pidiéndole haga llegar a conocimiento de su gobierno la noticia del crimen de lesa civilización cometido por la autoridad chilena en Lima. Apropiarse de bibliotecas, archivos, gabinetes de física o anatómicos, obras de arte, instrumentos o aparatos científicos y de todo aquello que es indispensable para el progreso intelectual, es revertir la guerra con carácter de barbarie ajeno a las luces del siglo, a las prácticas del beligerante honrado y a los principios universalmente acatados del derecho.

La Biblioteca de Lima fue fundada en 1822, pocos meses después de proclamada la independencia del Perú, y se la consideró por los hombres de letras y viajeros ilustres que la han visitado como la primera entre las bibliotecas de la América Latina. Enriquecida por la protección de los gobiernos y por obsequios de los particulares, contaba a fines de 1880 muy cerca de cincuenta y ocho mil volúmenes impresos y más de ochocientos manuscritos, verdaderas joyas bibliográficas, entre las que no escaseaban incunables o libros impresos durante el primer medio siglo posterior al descubrimiento de la imprenta y que, como v.e. sabe, son de inestimable valor; obras rarísimas hoy, esencialmente en los ramos de la historia y la literatura; las curiosísimas producciones de casi todos los cronistas de la América española; y los libros regalados por los gobiernos extranjeros, entre los que figuraba el de v.e. con no despreciable contingente. Tal era, señor ministro, la biblioteca de Lima, biblioteca de que con justicia estábamos orgullosos los hijos del Perú.

Rendida la capital el 17 de enero a las fuerzas chilenas, transcurrió más de un mes respetando el invasor los establecimientos de instrucción. Nadie podía recelar, sin inferir gratuito agravio al gobierno de Chile, gobierno que decanta civilización y cultura, que para él serían considerados como botín de guerra los útiles de la universidad, el gabinete anatómico de la escuela de Medicina, los instrumentos de las escuelas de Artes y de Minas, los códices del Archivo Nacional ni los objetos pertenecientes a otras instituciones de carácter puramente científico, literario o artístico.

El 26 de febrero se me exigió la entrega de las llaves de la biblioteca, dándose principio al más escandaloso y arbitrario despojo. Los libros son llevados en carretas, y entiendo que se les embarca con destino a Santiago. La biblioteca, para decirlo todo, ha sido entrada a saco, como si los libros representaran material de guerra.

Al dirigirme a v.e. hágalo para que ante su ilustrado gobierno, ante América y ante la humanidad entera, conste la protesta que, en nombre de la civilización, de la moral y del derecho, formulo.

Con sentimientos de alta consideración y respeto tengo el honor de ofrecerme de v.e. muy atento seguro servidor.

Manuel de Odriozola



[1] HILDEBRANT EN SUS TRECE
2010      “Libros como botín de guerra”. Hildebrant en sus trece. Lima, año 1, número 9, pp.29.

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