jueves, 12 de mayo de 2011

¡NUNCA MÁS! - FUJIMORI SE DESHACE DEL LÍDER DE LOS OBREROS

FUJIMORI SE DESHACE DEL LÍDER DE LOS OBREROS[1]

E
l 18 de diciembre de 1992, Pedro Huilca Tecse, secretario general de la CGTP, murió acribillado a balazos dentro de una camioneta, frente a la puerta de su casa. Los disparos fueron hechos con silenciadores, un estilo que no era compatible con el accionar de los cuadros senderistas. Momentos antes, el dirigente había caminado solitariamente cerca de 200 metros para traer su camioneta de una playa de estacionamiento.

            Sin embargo, nadie le salió al paso, como solían hacer los subversivos tras un implacable reglaje a sus víctimas. Los sicarios llegaron después del desayuno de la familia, unos instantes más y no lo encontraban.

            Momentos después del crimen se echó a andar la versión que se trataba de un nuevo atentado de Sendero Luminoso, organización que había sido golpeada en su estructura militar y política y que, en esos momentos, era incapaz de ejecutar una operación de envergadura.

            Una década después, José Luis Risco, presidente de una subcomisión investigadora del Congreso, presentó el testimonio de un agente que hacía trabajos sucios para el SIN: Clemente Alayo.

            Alayo reveló que en octubre del año 1992, Martín Rivas recibió una llamada de Fujimori al salir de los baños sauna “Pardo”. Tras ello, el jefe de Colina anunció que se preparaba el crimen de Huilca.

            Alayo volvió a oír del tema en los primeros días de noviembre. Se encontró con Martín Rivas cerca de la Plaza 2 de Mayo, a pocos pasos del local de la CGTP. En el interior de un automóvil estaban Mariela Barreto y dos sujetos. Martín Rivas le dijo a Alayo: «Mira, compadre, vas a reivindicarte de todas tus cagadas que has hecho. La señorita que ves adelante va a participar con nosotros y tiene más huevos y cojones que tú. Y el chofer, ¿ves a ese grandazo que está allá al fondo?, ése también va a participar. ¿Ves allá al otro?, ese también va a participar; y yo también, pero tú vas a darle el tiro de gracia. ¡Ahí quiero verte carajo!».

            El técnico Ángel Felipe Sauñi Pomaya, técnico del SIE, ratificó esa versión. Recordó que su colega Pedro Pretell Dámaso había reconocido su participación en el crimen.

            Alayo no llegaría a consumar la acción. En diciembre fue acusado por delito de “traición a la patria”. Según él, la acusación en su contra fue la consecuencia de haber advertido al abogado de Abimael Guzmán, Alfredo Crespo, que el SIN pretendía eliminarlo.

            Los trabajadores culparon desde el primer momento al gobierno de Fujimori, recordando que el ministro de Economía de la dictadura, Carlos Boloña, había declarado, en agosto de 1992, que la dirigencia de la CGTP no llegaría a fines de año.

            La guerra estaba declarada desde que el gobierno aplicara una política económica que destruía el trabajo de los peruanos, en beneficio de grupos monopólicos. En pocos meses, el régimen había liquidado la legislación que amparaba derechos laborales conquistados a lo largo de décadas. Para agravar más las cosas, el fondo de pensiones acabó pasando en gran parte al sistema privado, a través de la Administración Privada de Fondos de Pensiones, que engulleron la mayor parte de sus ingresos.

            Los grandes empresarios se frotaban las manos. Ya habían superado el trance de la derrota del Fredemo, consorcio de partidos que respaldó la candidatura del escritor Mario Vargas Llosa. Por eso, no extrañó que el grueso de asistentes al CADE 92 sonriera cuando el propio Fujimori anunciara en presencia de Pedro Huilca: «¡Los días de la CGTP comunista ya se han terminado. Éste ya no es el país donde mandan las cúpulas de la CGTP!».

            El dirigente advirtió las consecuencias de la amenaza. A los pocos días envió un escrito: «La CGTP responde que nunca ha habido en el Perú un gobierno en el que los trabajadores hayamos asumido la capacidad de decisión. Todos han aplicado una política de opresión y han actuado en contra de los trabajadores. Le aseguramos que no le tememos y que sin alardes ni aspavientos responderemos a las bravatas y a las amenazas de quienes hoy son fuertes».

            Pero la vida de Huilca tenía las horas contadas: el 18 de diciembre, a las 8 y 25 de la mañana, el hombre de 42 años recibió unos 40 disparos en el cuerpo cuando se disponía a marchar a la sede de la central. Los asesinos no repararon en disparar contra el frontis de su casa para acallar los gritos de horror.

            Flor, una de las hijas de Pedro, se cruzó en el camino con una mujer de pelo corto, rubio, con el rostro pasmado. Tenía en las manos un arma. Tras la balacera, Flor llevó a su padre al hospital, pero los médicos nada pudieron hacer.

            Yuri Huamaní, un estudiante de la Universidad Nacional de Ingeniería, capturado dos horas antes del crimen, fue acusado del asesinato. Sus padres fueron obligados a firmar un acta en blanco, en la que luego se consignaría una denuncia por subversión. Hasta hoy se lamentan.

            A los pocos días del crimen, la policía presentó a los responsables del crimen, pero la familia de Huilca no reconoció a nadie. A una mujer la mostraron a través de la cerradura de una puerta, pero ella tenía el pelo largo y oscuro, no tenía relación con la mujer que había participado en el atentado. Juan Tulich Morales, el responsable de la zona norte de SL fue acusado del crimen, pero sería liberado años después.

(Del libro El crimen de la Cantuta, cuarta edición. Autor: Efraín Rúa).


[1] HILDEBRANT EN SUS TRECE
2011      “Fujimori se deshace del líder de los obreros”. Hildebrant en sus trece. Lima, año 1, número 51, p. 14.

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